Cómo determinar la gravedad de las quemaduras

Cuando se produce una quemadura, hay que valorar su gravedad atendiendo a una serie de factores iniciales, entre los cuáles, los más importantes son el estado del paciente, su edad, la localización de la quemadura y, no menos importante, su extensión y profundidad.

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De todos los citados, la profundidad de una quemadura es la responsable de clasificarlas según los tipos de grados (primer grado, segundo grado y tercer grado). En cambio, con esta clasificación no obtenemos la información suficiente para proceder a los primeros auxilios.

quemadura de primer grado La extensión de la quemadura debe tenerse muy en cuenta ya que gracias a su valoración podemos saber cuánta superficie de piel ha estado expuesta al agente causal y podemos calcular el porcentaje de líquido que puede perder la persona. No olvidemos que en gente mayor, niños y bebés esto es vital para su supervivencia.

La pérdida de líquidos se define como: % Superficie Quemada / % Superficie Total (o superficie corporal total). En muchas ocasiones, este cálculo se representa bajo estas siglas en la bibliografía especializada (% SCC/% SCT). De todas formas, esta fórmula se puede abreviar y calcular rápidamente gracias a la Regla de Wallace.

La regla de Wallace determina la SCT dividiendo el cuerpo en diferentes zonas y asignándoles múltiplos de 9. Por eso, también se conoce como la «regla de los nueve«. Los porcentajes varían según la persona sea un adulto o un niño ya que el volumen se modifica. A continuación, se muestra la tabla correspondiente:

Parte del cuerpo quemadaSuperficie corporal total (Adultos)Superficie corporal total (Niños)
Parte del cuerpo quemadaSuperficie corporal total (Adultos)Superficie corporal total (Niños)
Cabeza y cuello9%18%
Brazo (solamente 1)9%9%
Palma de la mano1%1%
Tórax9%9%
Abdomen9%9%
Espalda superior (cerca hombros)9%9%
Espalda inferior (cerca lumbares)9%9%
Pierna (solamente 1)18%13,5%
Genitales1%1%

Dependiendo de la temperatura del agente que provoca la lesión y la duración del contacto entre éste y la piel de la persona se distinguen 3 grados de quemaduras. Estos grados son directamente proporcionales a la profundidad de la quemadura.

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Quemaduras de primer grado

Alcanzan solamente la epidermis, por lo que la lesión no llega hasta la dermis. Generalmente, se manifiesta lo que se conoce como eritema, una lesión de color rojizo que provoca dolor y picor pero que no transciende a más. O sea, que remite en un período determinado de tiempo (según la extensión de la quemadura) y no afecta a la capacidad de regeneración de la epidermis. Estas quemaduras son las más frecuentes debido a la exposición solar (rayos UVA e IR) y pequeños y breves contactos con alguna llama de fuego o incluso líquido caliente.

Quemaduras de segundo grado

quemadura de segundo grado Éstas a sus vez se dividen en 2 grupos: quemaduras superficiales y quemaduras profundas. Las quemaduras superficiales, además de la epidermis, afectan a la capa superior de la dermis. La lesión, que es dolorosa, desplaza líquido entre las 2 capas y se forman las conocidas ampollas, que si no presentan mayor gravedad, tienden a desaparecer al cabo del tiempo. En cambio, si la capa epidérmica se rompe y deja salir el líquido existe riesgo de infección y pérdida de agua.

Las quemaduras profundas son lesiones que alcanzan dermis y epidermis, haciendo que la piel adquiere un color blanquecino o marrón claro en forma de costra. Son menos dolorosas que las superficiales ya que la lesión también destruye las terminaciones nerviosas. La mayoría de éstas, debido a su tamaño, requieren tratamiento quirúrgico. Son las que se producen cuando hay una explosión o la persona se pone en contacto con una llama directa durante un tiempo.

Quemaduras de tercer grado

Además de la piel, estas lesiones tienen la capacidad de afectar a las estructuras que la envuelven ya sean músculos, nervios, tejido conectivo, tejido subcutáneo o incluso hueso. El aspecto exterior es una costra marrón o escara oscura, lo que se conoce como carbonización. Su tratamiento es mediante cirugía y anulan totalmente la capacidad de regeneración del tejido.

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Si el tejido acaba necrosándose y conduce a la pérdida del miembro o extremidad (afectando músculo y hueso), entonces se habla de quemadura de cuarto grado y son muy graves.

¿Cómo se puede determinar si una quemadura es grave o leve?

Según el agente, tiempo de contacto, profundidad, extensión, localización de la quemadura, edad, estado previo del paciente y el riesgo de situación, se considerará:

Quemaduras leves:

  • En bebés y niños, cualquier quemadura de tipo superficial que afecte el 10% de la superficie corporal total.
  • Quemaduras de primer grado con afectación del 30% de la superficie corporal total.
  • Quemaduras de segundo grado con afectación del 10% de la superficie corporal total.
Quemaduras graves:
  • En bebés y niños, cualquier quemadura superficial que afecte más del 10% de la superficie corporal total.
  • Quemaduras de primer grado que afecten a más del 30% de la superficie corporal total.
  • Quemaduras de segundo grado que afecten a más del 10% de la superficie corporal total.
  • Quemaduras de tercer grado
  • Quemaduras localizadas en zonas especiales
  • Quemaduras asociadas a complicaciones respiratorias
  • Quemaduras asociadas a lesiones eléctricas de alto voltaje.

¿Qué son las zonas especiales?

Existen zonas de nuestro cuerpo que son de vital importancia para el funcionamiento del organismo y que al padecer una quemadura pueden poner a la persona en un riesgo inminente o incluso dejarle secuelas irreversibles. Estas zonas son:
  • Cara: riesgo de lesión ocular, afectación respiratoria y afectación psicológica debido a la lesión estética.
  • Cuello: si es la parte anterior, existe riesgo de impedir o limitar la respiración
  • Manos y pies: riesgo de pérdida funcional.
  • Genitales y perineo: riesgo de perder la función sexual o provocar incontinencia de esfínteres.
  • Orificios naturales: hacen referencia a la boca, ano, orejas y ojos. Riesgo de perder la funcionalidad o modificar la forma.
  • Articulaciones: riesgo de compresión vascular o nerviosa.