Cuando una persona lo pisa, éste clava su aleta y al perforarse las espinas se acaba inoculando el veneno, generalmente en extremidades inferiores. Las zonas afectadas son piernas y pies para bañistas y manos para algunos pescadores.
La picadura produce un intenso dolor que se irradia a toda la extremidad pudiéndola dejar con poca funcionalidad. Existe edema local y puede llegar a ocasionar un shock anafiláctico (convulsones, dificultad para respirar y coma).
Al producirse el latigazo, pueden causar una herida sangrante y muy dolorosa que, como pasa con el escorpión de mar, se irradia por toda la extremidad y producen una rigidez total acompañada de edema y tumefacción. En ocasiones, los síntomas más graves ocasionan calambres, parálisis muscular, taquicardia, cefalea, hipotensión, síncope o bradicardia.
El tratamiento de primeros auxilios para ambas especies marinas será la limpieza inmediata de la herida, sacando cualquier cuerpo extraño o aguijón con pinzas. Los dos venenos son termolábiles, lo que quiere decir que se desactivan con altas temperaturas. Por eso, tras la limpieza se aplicará calor local sumergiendo la extremidad en agua caliente durante 30 hasta 80 minutos a una temperatura aproximada de 50ºC.
A nivel médico, a la víctima se le administrarán analgésicos si el dolor es leve. Si el dolor es intenso se recurre a infiltración de anestesia local o mepivacaína en los bordes de la herida.
A pesar de que la picadura y la herida sean de origen marino, no está de más iniciar la profilaxis antitetánica o administrar un antibiótico durante algunos días según valore el profesional sanitario. Sólo si se observa reacción alérgica o shock puede administrarse antihistamínicos o glucocorticoides ya que no son eficaces para el resto de síntomas.